Tremores. Donald Trump sigue poniendo los acentos en las íes de lo que será su próxima administración. Primero lanzó una amenaza velada a México, luego se fue con tocho contra Panamá. ¿Qué quiere? Que, por las buenas, el país entregue a Estados Unidos el control de su Canal, por el que pasa el 6 por ciento del comercio mundial. Al año, más de 12 mil barcos lo cruzan para llevar carga a más de 160 países. El 40% de los contenedores de Estados Unidos pasa por la vía marítima. ¿Qué le enoja al míster? Que, desde su retórica, le cobran más a los barcos gringos que a, por ejemplo, los chinos. ¿Presentó cifras? Course not. Sólo es un dicho, como el que aventó contra México. Por supuesto que el país canalero respondió que sólo sus chicharrones truenan y si quieren el paso marítimo, los esperan para partirle su mandarina en gajos. Obvio que no es todo. El magnate quiere, también, el petróleo venezolano (a la de a fuercitas), el control de la droga mexicana (nada de acabarla), el paso de mercancías… Es decir, ser el nuevo emperador de América. Ya se sometió el primero, Argentina, con su mandatario absolutamente entregado a los designios del nuevo establishment; el segundo fue Canadá, del que ya hemos hablado. Pero surgen países como Nicaragua, que no es santo de nuestra devoción, que comenzó pláticas con China para construir un nuevo canal centroamericano. Caray. El mundo bipolar en todo su apogeo.
¿O no?
Deseos telúricos
No, no estamos manifestando un terremoto, ni un sustito de Don Goyo. Lo que queremos para nuestros lectores, lectoras, es que en la mesa de Navidad haya paz, armonía, tranquilidad, comida, bebida y unión familiar. No es momento de pelearse por los terrenitos, por las herencias o por agravios del pasado. Compartamos hoy, ahora que estamos vivos. Es nuestro deseo. Como no publicaremos esta sección los días 25 y 26 de diciembre, nos encontramos aquí para echar un poco de sarcasmo, burlas y harto análisis.
¡Feliz Navidad!
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